En 1985 la familia Westland sintió la inspiración de elaborar un queso viejo, con cristales, de estructura suave al paladar, pero fácil de cortar.
Gracias a la experiencia obtenida después de algunos años vendiendo quesos de puerta a puerta, la familia conocía exactamente qué características tenía que reunir un queso para ser popular. Buscaban un queso que respirara Ámsterdam: de carácter propio y pronunciado. Un queso que se distinguiese del resto.